¡Mi juventud para Dios!
Cuando
empiezas a dar tus primeros pasos en la vida cristiana, simplemente la gracias
y la paz del Señor, que en ese momento te acompañan, es lo mejor que has
experimentado. Tu alma se sigue alimentando de oraciones y ayunos; sientes como
tu alma ha alcanzado la plenitud que habías soñado tener.
Y
no te das cuenta que todo a tu alrededor sigue igual, la maldad del mundo sigue
en aumento pero tú ya no lo sientes porque simplemente el espíritu de Dios te
sostiene, ¡Esa es la diferencia!
Para
lo que en verdad debemos prepararnos en esa etapa de nuestra vida cristiana, es
en no distraernos viendo la tormenta, viendo al mundo porque es muy fácil que
pierdas el equilibrio y que te hundas en un gran mar y nunca quitar la mirada
en Jesús y seguir caminando y caminando hacia él.
¿Te
imaginas la fe de Pedro, te imaginas cuando puso su primer pie sobre el mar? Te
aseguro que él ni vio dónde podía pisar porque simplemente su mirada estaba en
Jesús, él simplemente quería llegar y abrazar a su maestro pero en un segundo
volteó y vio la descomunal tormenta a su alrededor y eso bastó para hundirse.
Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse,
dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le
dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
San Mateo 14:30-31
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